sábado, 16 de enero de 2016

La fecha de vencimiento del derecho a la intimidad



     "Albacea literario, expresión que se utiliza para evocar a la persona a la que el autor le confía la protección de su patrimonio intelectual, esencialmente literario, manifestación del arte en el que de manera más común se emplea, con expresa legitimación para la defensa de la paternidad e integridad de la obra e incluso la divulgación de alguna obra inédita por el autor, si así este lo ha dispuesto."
Obras inéditas, anónimas, seudónimas, póstumas y huérfanas.

     Comentaba hace apenas unos días, que cada vez es más común que aparezcan libros póstumos de autores ya consagrados. Y eso es normalmente una fuente de controversia, ya que hay dos posiciones bien diferenciadas.
     En mi caso, prefiero distinguir entre quienes como John  Kenndy Toole quisieron publicar un libro, y lo intentaron durante años, llegando incluso a deprimirse y finalizando trágicamente su vida dice la leyenda urbana que provocado por la frustración al no publicar, y cuyo relevo fue tomado por su madre, dejándonos hoy a todos una gran novela, titulada "La conjura de los necios". Estos van por un lado bien diferenciado de aquellos cuya obra se publica por decisión de herederos que, contraviniendo el criterio del escritor que decidió en un acto romántico no destruir el manuscrito y guardarlo en un cajón, pero no presentarlo tampoco a su editorial, optan por aparecer con letras inéditas y bolsillos sedientos ante las editoriales. Y a mi me surgen dudas. Porque si un escritor decide en vida no publicar un manuscrito, bien sea porque le ha resultado privado o porque, quizás, tiene una capacidad de producción muy alta y luego selecciona por calidad o apetencia aquello que quiere que vea la luz... ¿quién faculta al que decide tras su muerte, levantar esa veda, con el único derecho de compartir el apellido? Hay libros que han sido retocados, completados (Tolkien es un caso directo), mutilados o ampliados por unos herederos que se han visto igual de facultados que puede estarlo el hijo de un cirujano para operarme de una apendicitis, sin haber pisado la universidad de medicina. Supongo que alguien tendría que explicarme la diferencia entre la propiedad física y la intelectual en estos casos, por no hablar del derecho a la intimidad. Porque en muchos de estos casos, se llenan las páginas buscando la curiosidad, el cotilleo, el morbo, y se anuncia sin pudor alguno que estamos ante una autobiografía o relato desnudo, descubriendo la parte más personal de quien, tal vez, no quiso mostrarla en vida. Y por supuesto, nuestra parte de culpa, la del lector, la del comprador que luego puede encontrarse con una obra sin terminar que ahora llamamos inconclusa como si de este modo se otorgara un valor adicional al manuscrito entregado, como si eso la hiciera merecedora de un trato especial. Y leemos ávidos por tener un título más antes de que se seque ese oasis de letras del que hemos disfrutado, y salimos muchas veces trasquilados y ni así nos preguntamos si es lícito provocar que se publiquen estos libros.

     La polémica está servida y, como siempre, nadie es sincero del todo o al menos coherente en su opinión. O que tire la primera piedra aquel que no haya comprado o leído jamás un libro de este tipo. aunque tengo que decir que todos tenemos un límite y el mío está bastante claro: las cartas. El género epistolar me gusta, lo puedo leer y construir una historia sin problema alguno. Muchos hemos caído presa de las letras de obras como 84 Charing Cross Road. Eso son libros. Ahora, que me coloquen las cartas de correspondencia privada entre dos personas y me lo encuadernen con una cubierta y me lo vendan, no. Eso no es un libro. Eso es una invasión de la privacidad que se aprovecha del morbo y la curiosidad, como lo hacen los famosos para salir en los programas de cotilleo. Recuerdo que hace años, escuchaba un programa estupendo de radio cuyo presentador decía: "si la voz te enamora, no te pases por la emisora". Bien, con esto es un poco lo mismo, si un escritor me gusta por sus letras, quizás no quiera conocer sus intimidades. Tal vez, y recurriendo a otra cita, "se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas" y el conocer lo que desayuna y cómo se expresa ante el tedio de su vida diaria, eclipsen esa imagen que tenía formada por los libros que sí editó. Tal vez no haga falta tanto, y sea mejor quedarse en sus obras, sin necesitar meternos en sus intimidades, en sus diarios, en su vida, y juzgar que no tienen el mismo léxico o que no nos caen bien. ¿Porque ese juzgar nos puede afectar a la hora de volver a leerlos? Indudablemente. Pero sobre todo porque todo el mundo tiene derecho a la intimidad. Y muchas veces parece que conocer los secretos nos importa por encima de todo sin tener en cuenta que si se llaman "secretos" será por algo. A fin de cuentas, ¿hasta qué punto nuestra vida es nuestra?, ¿nos gustaría verla expuesta en una novela, como una historia más y que apareciera en las listas de ventas, acaso incluso entre los más vendidos que terminan por estar en la gran pantalla? Pensemos...

     No me gusta este tema, me parece que roza peligrosamente la falta de respeto, incluso se la salta a la torera en muchos casos. Y doy la responsabilidad a todo el mundo en la medida que le corresponde. A quien los vende, a quien los edita y a quien los publicita diciendo que son sus secretos más privados como si eso hiciera que la obra fuera más valiosa cuando todos sabemos que el motivo final es el mismo. Si un buen escritor fallece, su obra se revaloriza. Y es una moda. Porque ahí entra nuestra parte de culpa: los que lo compramos.

     Y vosotros, ¿diferenciáis entre las obras póstumas a la hora de elegir lectura?

     Gracias

28 comentarios:

Ana dijo... [Responder]

Muy interesante la entrada. A mi también me chirría otra situación que se está dando ahora y es la de rescatar algún personaje de un autor fallecido y seguir con la saga. Uf. ¿Tiene vida propia el personaje? ¿no debería quedar solo en los libros del autor original?

Raquel C. Arco dijo... [Responder]

También habría que considerar obras póstumas como la de Franz Kafka, quien pidió que no se le publicase o Anna Frank, quien dejó por escrito en su Diario lo que seguramente habría deseado publicar y no pudo. Sé que se trata de casos muy particulares, pero uno alude al deseo explícito del autor (que se vio claramente traicionado) y el otro hace alusión a la vida privada de una niña (encuadrada, eso sí, en un contexto histórico determinado). Soy de la opinión que prefiere respetar la voluntad del escritor (sea por salvaguardar su dignidad al considerar que su obra carece de calidad suficiente, sea por otros motivos). En este caso, las obras de algunos autores nos serían hoy desconocidas; pero, para mí, lo ético es respetar su voluntad e intimidad. El historiador puede y debe indagar, divulgar en la medida de lo posible, pero no todo lo escrito ha de ser expuesto. Si no existen razones para ello: que afecten a la sociedad o a ciertos ámbitos familiares, etc., no veo la necesidad de hacerlo. Aunque reconozco que todo escrito proveniente de un escritor ya consagrado que me guste o interese me crea gran curiosidad. No obstante, ¿quién posee el criterio suficiente para decidir lo que es necesario dar a conocer y lo que no lo es? Un tema apasionante el que atañe a los derechos de autor. Me ha gustado esta entrada. Perdona la extensión. Gracias. Un saludo.

Augi dijo... [Responder]

¡Hola!

Estoy absolutamente de acuerdo contigo. Tengo muchas cosas escritas que me moriría de la vergüenza si alguien las publicara, aunque yo ya estuviera muerta.
En cuanto a lo de las cartas, tienes razón, no debería publicarse la correspondencia privada de personas y llamarse libro. Pero algo parecido ocurre con los libros y películas biográficos, en lo que meten muchísima información o inventada o conseguida a través de los familiares y la exponen a todo el mundo.
Supongo que es algo que habría que debatir en serio, si la privacidad acaba o no tras la muerte.
¡Muchas gracias por la entrada!

buscandomiequilibrio dijo... [Responder]

Muy buena reflexión, muy buena. Es un tema muy delicado.

Generalmente no suelo distinguir si el escritor vive o no, sino si me gusta o me atrae su libro. Si me atrae, "pa la saca!", y si no, fuera.

Besos

Mónica-serendipia dijo... [Responder]

Tema peliagudo, cierto. Pues ahora que lo comentas, soy muy reacia a comprar obras póstumas o retocadas por los herederos. En el caso de Tolkien, que tú comentas, me reconozco purista: me gusta cuando su hijo Christopher comenta sobre los apuntes de su padre o sobre su bio, pero no me gustan las novelas que él terminó y retocó en nombre de su padre. Puristas o no puristas.
Me vienen ahora mismo a la memoria dos obras póstumas inacabadas (Ana María Matute y Jane Austen) que causaron desazón entre los lectores precisamente porque estaban inacabadas, no habían sido editadas y repasadas mil veces por sus respectivas autoras, estaban en bruto o quizás, peor todavía, retocadas por un editor ajeno.
Y en el caso de la correspondencia, seguro que te acuerdas del capítulo del libro "Postdata" de Simon Garfield que comenta que hay empresas especializadas en comprar y vender los archivos privados de los escritores (vivos o muertos). Quién compra esas cartas privadas tiene derecho a publicarlas si quiere. Recuerdo la desesperación de Ted Hughes por evitar la publicación de las cartas íntimas de su esposa, Sylvia Plath, por temor a las repercusiones sobre la memoria de la escritora y de sus hijos.

Mangrii dijo... [Responder]

Hola :) Yo soy un detractor de obras póstumas; tanto manuscritos que "podía" tener el autor o estar trabajando en ello, por que están claramente incompletos y para mi no son su obra; como el tema de correspondencias, diarios,...etc, que ya me parece exceder la raya del morbo y solo publicar para vender, por que el autor acaba de fallecer y como tu dices, todo lo que tenga o se publique de él claramente se revaloriza. Me imagino en menos de un año el montón de cosas que empezarán a salir de David Bowie por ejemplo, o como venderán de forma siniestra la última película de Alan Rickman, todo por que muchas veces el mundo se mueve por la moda de, ahí mira ese falleció hace nada, vamos a ver. En fin, es mi opinión, como se dice, es como los culos, todos tenemos una, pero yo soy un claro detractor de estas cosas pero se que son irremediables y que estamos en la era del consumismo, donde lo que importa es vender y no los valores éticos. Un saludo :)

libroseris dijo... [Responder]

Mmmmm tema peliagudo el que traes hoy...
Te voy a ser sincera... Me gustan las cartas pero... Porque todo tiene un pero... Cuando se trata de escritores o personajes de siglos o etapas de la historia convulsas. Quizá no por curiosidad a su intimidad sino por conocer cómo se vivían situaciones límite de nuestra historia ahora bien... Me das las cartas de alguien a quien siga por su pluma y en general me pasa como a ti, no es que me interese demasiado.
Con las obras póstumas pues depende también. Si estaba terminada y en trámites o buscando editor pues sí que me la leo de cabeza. Con las rescatadas de un cajón ya tengo mis reticencias.
Y ahora... Decirte que la libre estaba de rebajas y me he comprado unos cuantos libros descatalogados... De esos de hace un año... Otro tema para una charla de valientes. Jajajaja!
Un besazo!

Mi Álter Ego dijo... [Responder]

Como te comentaba en la anterior entrada, es difícil a veces saber si una obra se hubiese publicado al vivir el autor o si se está publicando para beneficiar a cuatro oportunistas.

El tema de los diarios, correspondencia y demás ya me parece de Salsa Rosa total. Besotes!!!

LAKY dijo... [Responder]

No me gusta. Si el.autor decidió no publicar por algo será y creo que hay que respetar su voluntad. Pero el dinero manda, como siempre

Shorby dijo... [Responder]

La verdad es que es algo que me da igual, me gusta saberlo como detalle, pero ya está =)
Lo que no me parece bien es lo de la revalorización y que se pongan de moda estas cosas, es más, me mosquea bastante. Pero pasa con todo: literatura, cine, música... (por citar los palos que "más toco").

Besotes

Martina A. Britt dijo... [Responder]

El morbo por el morbo. Ahí están esos programas televisivos que despedazan a todo dios...y que tienen tanta audiencia. Por eso yo me di a la lectura, por no darme al wiski. Con los libros pasa lo mismo, también hay libro-basura, seamos realistas. Como bien apuntas, hay límites y el lector ha de ponerlos, porque el negocio de la basura no lo hará.
Besitos.

Carmina dijo... [Responder]

No se que ha motivado esta entrada tuya, igual es una reflexión que tenías en mente y la has plasmado ahora, nunca me acerco a una obra porque su escritor haya fallecido, lo hago porque me apetece, lo mismo que no lo hago porque haya recibido un premio mayor o menor, incluido el Nobel. Me interesa el autor en su faceta como escritor, su vida privada no, y por ello a sabiendas no me acerco a ese tipo de libros, otra cosa muy distinta es que me vendan la moto y pique. Si un autor no ha publicado una obra es por varios motivos, porque la editorial no la ha considerado lo suficientemente buena, porque a el no le ha parecido que este al nivel,o porque no haya tenido tiempo de terminarla,y si es así que interés va a tener para los lectores.

En fin estoy contigo en cuanto al no airear la correspondencia de dos personas, ni a publicar cosas que puedan manchar su reputación como escritor, por ser demasiado personales, o por no tener la calidad suficiente

Neftis dijo... [Responder]

No soy yo especialmente morbosa en este tema. Pero si es cierto que hay mucha gente, incluso de los que tienen alergia a los libros, que van buscando algo del escritor recientemente fallecido. Y las editoriales tambien tienen mucha culpa porque les falta tiempo para sacar ediciones nuevas de todos sus libros. La verdad es que es un tema que da mucho de que hablar.

Saludos

Francis dijo... [Responder]

Ahora me has hecho pensar (y lo tendré en cuenta a partir de ahora) pero nunca me he planteado si las obras póstumas podían hacer tanto daño. No he empatizado demasiado con algunos autores. He leído como no historias póstumas y a partir de ahora voy a buscar qué hay detrás de ellas, gracias por hacerme pensar¡¡ un beso enorme¡¡¡

Zamarat dijo... [Responder]

Está claro que hay casos en los que la muerte de un autor se convierte en un motivo para obtener más ventas, pero no siempre. Por eso yo los suelo mirar con lupa, para no llevarme decepciones.
Abrazo!

J.P. Alexander dijo... [Responder]

Muchas a veces hasta desafían la calidad de la obra otras como en la dune se sacan el nombre del padre para crear su propia saga. Te mando un beso

Eme dijo... [Responder]

Qué difícil! sobretodo porque yo me entero después de habelo leído. Cuando me pongo a investigar y descubro que son obras póstumas, bueno, ya está hecho, cometido el delito.
Creo que el espíritu con que se publica es importante, si es por mero lucro económico, pues no, no me parece; pero si lo que se publica es algo que puede servir a alguien más, pues me parece bien.
De todos modos el mal dura, lo que dura la vida. Nada, si me pongo a explicar todo lo que pienso, no termino!
Uf, bueno, no sé, no sé...
Gracias, no tengo nada mejor que hacer que ponerme a pensar, este sábado a la noche :)
Abrazo.

Cyn dijo... [Responder]

Es cierto, aunque no solía pensar en ese tema hasta que me encontré con la Saga Millenium de Stieg Larsson y me enteré cuando iba por el segundo libro que en realidad el autor murió al entregar el tercero. Supuestamente sería una saga más larga, se nota que el final de La reina en el palacio de las corrientes de aire deja muchos cabos sueltos y que alguien debió meter mano para cerrar algunos de forma abrupta. En este caso, el autor sí quería que se publicase el manuscrito, pero la continuación que hicieron con otro autor hace poco sí me pareció innecesaria. No creo que llegue a leerla, a pesar de que Lisbeth Salander es de mis favoritas de siempre. Hay un límite para todo, supongo. En este caso, al menos, el morbo no le gana a mi fanatismo.
Buen tema.
¡Saludos!

Marisa C dijo... [Responder]

En mi opinión, hay bastante de buitreo en todo esto; tanto en quien lo vende como en quien lo compra. El nivel cultural, salvo excepciones, creo que no es demasiado alto, la verdad, y lo que se ofrece es sobre todo algo muy impactante, que revolucione al personal para que se hable mucho, aunque sea mal. Si eso incluye sacar las miserias de la gente, mejor. Seguramente su obra es bastante más impactante, por su calidad, pero... ¡vaya! Eso requiere que me detenga a leer con calma, a percibir el lenguaje, las imágenes escritas, lo que esconde la historia. Quita, quita, esto es más rápido, más escandaloso, se lee de un tirón y no tengo que pensar.
Como verás, hoy no me he levantado muy optimista. Abrazos.

Cristina Roes dijo... [Responder]

Más que interesante reflexión la tuya!
¡Bravo! Plas!Plas!Plas!

albanta dijo... [Responder]

Es un tema muy interesante el que nos planteas. Creo que si alguien escribió algo y no quiso que se publicase se debería respetar su opinión. Muchas veces son los propios herederos quienes buscan dinero. Parece que todo vale por la pasta

Marisa G. dijo... [Responder]

Poderoso caballero es don dinero y el muerto al hoyo y el vivo al bollo.. Podría seguir con el refranero español que es muy sabio. Besos

AMALIA dijo... [Responder]

Estoy de acuerdo con lo que expones.

Tampoco soy partidaria.

Feliz semana. Un beso.

Lady Aliena dijo... [Responder]

Algunas grandes obras se han publicado póstumamente, pero también es verdad que a lo mejor ese autor no quería que saliesen a la luz.
Me viene a la mente la obra inconclusa de Larsson, la cuarta entrega de la serie Millenium. No sé muy bien cómo calificar o dónde encuadrar esta obra. Besos.

CHARO dijo... [Responder]

Me ha gustado mucho lo que has escrito, es un tema muy complicado y yo pienso que si el autor en vida no quiso publicar alguna de sus obras hay que respetar esa decisión después de su muerte.Besicos

Azalea Real dijo... [Responder]

me gustan estas entradas de reflexión. Te propongo el tema de los derechos de autor vs. la pensión para los autores españoles de +65.

Besos!

Raúl Ógar dijo... [Responder]

Es un tema colplicado. Como lector elijo si creer o mo que esa obra es de verdad de mi autor muerto. Yo decido si compro o no. La editoriales y quien entrega el manuscrito solo buscan dinero. Y por qué no pensar que tan solo quienen mantener vivo el espíruto del muerto a través de su trabajo. Qué sé yo. Es muy probable que si muere King y al anó sale una novela nueva de él, seguro la compre.
Saludos.

Luis J. del Castillo dijo... [Responder]

Voy a ser una voz algo discordante en este caso. Creo que hay que diferenciar entre morbo y estudio. Como filólogo he leído muchas ediciones críticas de, por ejemplo, poesía, donde se hacen referencias a las cartas entre poetas, pero siempre bien buscando explicaciones biográficas a ciertas composiciones, bien para encontrar una justificación a la poética del autor. La última, sin ir más lejos, ha sido Campos de Castilla, donde se hacía referencia a las cartas entre Machado y Unamuno. Incluso cabe mencionar el hecho de que algunos autores han llegado a legar todo este tipo de papeles a, como mencionabas, un albacea.

Un caso reseñable sería el de Lorca, cuyo asesinato no impidió, sin embargo, que se publicaran obras como La casa de Bernarda Alba o Poeta en Nueva York, claves en su trayectoria.

Ahora bien, vamos a marcar una frontera, una que me parece adecuada. Una cosa es que un especialista en el autor X realice un análisis de la correspondencia de un autor para su obra crítica o, incluso, para la publicación de un libro de memorias donde se incluyan estas cartas, y otra, muy diferente, es que se publique absolutamene toda la correspondencia de una persona, más allá del interés literario, yendo directamente a hechos puramente personales. De la misma forma, aprovecharse de obras incompletas para obtener beneficios (como se ha hecho) o rescatar viejas obras de un autor, cosa que hasta en vida se ha hecho (¡editoriales aprovechando el tirón de un determinado nombre!), no es ético.

Otro hecho aparte, no obstante, el de aquellas obras rescatadas de las llamas o del olvido que, estando completas y siendo incluso obras maestras, no eran de la admiración del propio autor. Ahí tenemos a un Juan Ramón Jiménez que hubiera borrado del mundo toda su obra "anterior". Que una cosa es renegar, como hizo Goethe del Werther, y otra es destruir.

En definitiva, la principal cuestión es saber delimitar cuándo se trata de simple morbo y afán recaudatorio, y cuándo de una investigación sana y literaria o de rescatar aquello que, en verdad, merece la pena.

Como último detalle, el padre de la lingüística moderna, Ferdinand de Saussure, no llegó a publicar en vida su obra más importante y célebre, el Curso de lingüística general, sino que fue una recopilación de dos alumnos a partir de sus apuntes. Y esta obra es un hito de la lingüística estructural. A veces es muy difícil medir cuándo sí y cuándo no, otras, sin embargo, es evidente hasta "desde fuera".