miércoles, 20 de julio de 2011

La casa de los siete tejados. Nathaniel Hawthorne



     "No obstante, cuando se corrió la voz de que el coronel se proponía construir una mansión familiar —espaciosa, con sólidas vigas de roble y destinada a albergar a muchas generaciones— sobre el lugar donde estaba la cabaña de Matthew Maule, menearon la cabeza los chismosos del pueblo. Sin manifestar la menor duda sobre si el acérrimo puritano había obrado como hombre íntegro y recto, insinuaban, sin embargo, que iba a construir una casa sobre una tumba. Su casa incluiría entre sus paredes la cabaña del brujo muerto y enterrado, dando a su espíritu como una especie de derecho a rondar por las habitaciones en que los futuros novios conducirían a sus desposadas y donde nacerían los hijos de la sangre de los Pyncheon. El terror y la fealdad del crimen de Matthew Maule y la infamia y desventura de su castigo ensombrecerían las paredes recién pintadas dándoles pronto el aroma de una casa vetusta y melancólica.

     ¿Por qué, pues —habiendo tanto terreno a su alrededor, en los bosques aún
vírgenes—, por qué el coronel Pyncheon prefería un terreno ya maldito.?"


     Sucede, a veces, que el mundo se empeña en ponernos delante un título determinado de un autor que, en este caso está considerado como padre de la novela norteamericana y, cuanto más lo miramos y leemos y más buscamos entre sus líneas menos comprendemos tal denominación. Eso me sucedía a mí con Hawthorne, tengo "La letra escarlata", lo he leído y sí, está escrito de una forma impecable,  pero no me llegó  conmover, me decepcionó en cierto modo no ser capaz de alcanzar a vislumbrar siquiera la magnificencia de la obra. Y no será porque no lo intenté.
     Entonces me topé por casualidad con La casa de los siete tejados. De la que sólo sabía que había un toque de los demonios de Salem que arrastraba el autor.

      Nos cuenta en este libro la historia de una casa maldita, a finales del siglo XVII, en Nueva Inglaterra, entre juicios y acusaciones de brujerías ajustician a un hombre poseedor de un terreno que quiere el juez para sí mismo. Todo el mundo lo sabía y cuando muere Maule, el propietario del terreno, señala al juez, Pyncheon, y sentencia "Dios le dará sangre para beber". Por si eso fuera poco, Pyncheon construye la casa y el mismo día de la inauguración, muere. Ya tenemos la maldición y el fatalismo que marcará las generaciones que vivan en esa casa, tanto por ellos mismos como por los vecinos que no olvidan.
     La acción del libro se desarrolla en la enorme casa, con sus siete habitaciones y tejados, casa en la que viven presos de sus propios desprecios y costumbres unos personajes exagerados hasta hacernos sentir lástima por ellos frente a la libertad de sus vecinos. Tras hacernos reflexionar sobre esto nos encontraremos con una ligera historia de amor que hará de puente entre unos y otros a modo de promesa de futuro en el que las divisiones sean menos rígidas.
     Es de esos libros en los que no puede decirse que pase nada en particular, salvo la atmósfera que nos refleja, que no sería de terror, pese a la casa maldita, ya que nos habla de ese tipo de fantasmas, sino de otros que, muchas veces, nos tienen mucho más atenazados.Los fantasmas de esta casa son las creencias y convicciones que mantienen presos a sus moradores, convirtiendo esta obra en un destacado ejemplo del gótico americano.
     Gracias

3 comentarios:

Ana dijo... [Responder]

Pues a mí que ya me gustaba La letra escarlata... tendré que echarle un vistazo a este otro!!! Gracias :D

Andrés G dijo... [Responder]

He llegado aquí por una recomendación, me sirve cualquier entrada para decirle que parece un sitio serio y razonado. Seguiré sus opiniones en la medida que coincidan con mis gustos.

Mientrasleo dijo... [Responder]

Gracias a los dos. Espero que os guste el libro.